El jugador

Un jugador, una de las más célebres y populares novelas de Dostoyevski, es en gran parte un relato autobiográfico. Las vicisitudes de su situación económica a menudo precaria le llevaron a escribir esta novela en un tiempo record de tres semanas, abriendo un paréntesis en la redacción de Crimen y Castigo. En ella se narra una amarga experiencia durante su estancia en el extranjero: aquella pasión por el juego que le hizo entramparse hasta la desesperación y regresar a Rusia en la miseria. Ruletemburgo es la pequeña e imaginaria capital de los casinos de juego en torno a la cual pululan tipos diversos y extravagantes en busca del azar de la fortuna, dominados por pasiones cuya razón se funda en la codicia, en el orgullo o en una fiebre esclavizadora. La ruleta, así, se convertirá en el símbolo de un infierno donde la voluntad queda anulada y donde sus moradores, personajes ciegos y torturados, viven entregados a momentos supremos de emoción y de riesgo. Quizás el verdadero protagonista de esta obra no sea tanto el temperamental y voluble Alexéi Ivánovich como la descripción de los diversos jugadores y la atmósfera de la sala de juego. El análisis que de ellos nos brinda Dostoyevski resulta impresionante y de un morboso realismo; y sus aventuras constituyen el más vivo retrato de una funesta pasión sin posible escapatoria.