La vida cotidiana en Pompeya
Pompeya atrae todos los años millones de turistas; pero, visitantes de urgencia o mal informados, corren el riesgo las más de las veces de desconocer su verdadero rostro. Deslumbrados por el esplendor de sus pinturas murales, olvidan el destino miserable de esta pequeña ciudad provinciana, asolada por el terremoto del 5 de febrero del año 62 y que, parcialmente reconstruida, entró en la eternidad bajo un sudario de cenizas el 24 de agosto del año 79.
Robert ÉTIENNE, aprovechando los resultados de excavaciones ya seculares y utilizando más de once mil inscripciones, trata de dar una visión total de la historia de la ciudad. Vuelve a resucitar así la vida cotidiana de una población en la que se mezclan las razas, en la que se oponen las clases sociales y en la que disfrutan de los beneficios de la civilización romana, robustecida todos con la savia campaña e injertada en una raíz griega. Toma el pulso de un mundo de los negocios en el que la escala de las fortunas es modesta y no oculta las miserias de un mundo del trabajo en el que no ha desaparecido, sin embargo, la esperanza de una ascensión social. Sigue a los ricos y a los pobres en sus casas o camaranchones, los acompaña en los templos o en las termas y los encuentra de nuevo en las gradas de los teatros y anfiteatros.
Pompeya se aparece entonces como una ciudad de piedad tanto como la ciudad de la felicidad, de una felicidad llena de vitalidad exuberante, de ostentación y de humor mordaz, como una ciudad en la que es posible burlarse del prójimo, del emperador e incluso de los dioses.