La escritura y la etimología del mundo
Con un ensayo de Roland Barthes
Incluye también el ensayo "Variaciones sobre la escritura" de Roland Barthes
La escritura es un ejercicio de la mano. Detrás de la mano vigila la mente. La trayectoria que signa el largo aprendizaje por parte del hombre de la expresión —del silencio ancestral a las formas articuladas de convención comunitaria— se configura como el resultado de un complejo proceso de adaptación al milieu cultural. En tanto manifestación del carácter social del hombre, la escritura refleja tanto la tensión cognoscitiva como la filigrana de las creencias y de los rituales con los cuales se regulan, en el tiempo, las relaciones entre los individuos y los grupos.
A la evolución del medio técnico de la expresión se contrapone la historia de las relaciones entre las comunidades que pueblan el planeta y lo connotan de significados más o menos coherentes con su actividad modificadora. La escritura sanciona los propósitos de la acción y los hace adecuados al logro de un fin, que no es siempre considerado universalmente salvador. Ello significa que la escritura responde no sólo a la pretensión del hombre de instaurar convenciones con las cuales describir el mundo, sino también a su deseo de transgredirlas.
Si bien la escritura nace como una aspiración generalizada a la expresión, en efecto corre el riesgo de ser empleada por los grupos consolidados por el poder tutorio. Ella refleja —como el guiño y la sonrisa— las características distintivas del hombre, tanto aquellas connotadas como edificantes como aquellas homologadas como miméticas, tendientes a distraer la atención de la realidad o, lo que es peor, a deformarla. Con la escritura se hacen las confesiones y se insinúa lo falso: su plausibilidad está asegurada por la argumentación, por un modo subjetivo («literario») de describir las cosas y su interacción.
El mundo escribe la historia y los individuos descubren que está plagada por la aparente o secreta incongruencia. El recurso a un método que discipline su lectura y consolide su vigor se delinea como necesario: de críptico, el mundo pasa a ser evidente y confutable.