Tratado teológico-político
Tractatus theologico-politicus
El Tratado teológico-político (en el original, en latín: Tractatus theologico-politicus) es una obra filosófica del neerlandés Baruch Spinoza, publicada de forma anónima en 1670 en Ámsterdam. Fue uno de los textos más controvertidos de la Edad Moderna, tachado de impío y blasfemo tanto por católicos como protestantes.
Expone sus puntos de vista sobre la religión judía y cristiana contemporánea y analiza críticamente la Biblia. El propósito fundamental del tratado es la demostración de que el libre pensamiento y la libertad de expresión no solo no entran en conflicto con la paz social y la buena política, sino que son la base de las mismas. Con este fin, convergen disertaciones sobre exégesis bíblica (con ejemplos prácticos de un nuevo método), filosofía de la religión y filosofía política.
Argumenta que cierto grado de democracia y libertad de expresión y religión funciona mejor en un estado no tiránico, como el caso de Ámsterdam, mientras que el estado sigue siendo primordial dentro de lo razonable. El objetivo del estado es garantizar la libertad de los ciudadanos. Los líderes religiosos no deberían inmiscuirse en política. Spinoza prepara así el terreno para su obra sobre metafísica y psicología Ética, publicada póstumamente en 1677, anticipando un duro criticismo.
Según el método de exégesis bíblica que expone Spinoza, toda persona puede interpretar correctamente la Biblia si se sirve adecuadamente de la razón. Para ello, basta una lectura crítica y rigurosa de los textos bíblicos, contextualizando histórica y socialmente la denominada «revelación» divina. La razón no debe someterse ciegamente a la fe (se opone, así, a la popular fórmula philosophia ancilla theologiae): esto implica que se puede prescindir de la autoridad de los rabinos, de los sacerdotes y de los teólogos, pues la «luz natural» de cada hombre es suficiente. Spinoza inauguró en el Tratado teológico-político un método de exégesis histórica y científica que cuestionaba definitivamente el monopolio que hasta entonces ostentaban las iglesias a la hora de interpretar los textos sagrados.