El molino
"Una vez por mes, mi abuela Liliana y mi abuelo Enrique venían a Zárate. Pasaban el fin de semana con nosotros y el domingo por la noche volvían a Buenos Aires. Siempre que venían traían regalos para todo el mundo y mamá cocinaba ravioles y comíamos en la galería. Después de comer jugábamos a las cartas o al dominó hasta la hora del té. Cuando los abuelos venían a Zárate, nosotros suspendíamos nuestra excursión al molino."
Valiéndose de una estructura de fragmentos narrativos sin orden cronológico —un cuidado ejercicio de estilo que remite al funcionamiento natural de la memoria— Mariana Docampo recompone la novela de una familia numerosa desde la mirada de una de las hijas. Las excursiones, los viajes, el universo infantil estimulado por la fantasía del padre líder, la religión y una atmósfera opresiva siempre al borde de la tragedia son algunos de los elementos que Docampo utiliza para construir una mística familiar que oculta más de lo que exhibe y, a partir de lo que deja entre líneas, desarrolla impecablemente un crescendo de tensión en el relato.