Edgard Poe y las mujeres
Edgard Poe, el hombre de los múltiples amores a lo largo de su breve vida, era figura tentadora para quien, como Edmond Jaloux, quisiera bucear en las profundidades de la amistad amorosa, enfocándola como variante peculiar del amor. "El amor -dice Jaloux- es el sentimiento más personal, el más directo, el más inextricablemente mezclado a los secretos morales y físicos del individuo". ¿Por qué extrañarnos, entonces, de que en un poeta de personalidad tan compleja se diera el amor con variada gama de reacciones, y que ellas resultaran incomprensibles y a menudo repudiables, para quienes no partan precisamente del supuesto de la complejidad del poeta?
Ya el ambiente que lo rodea al nacer parece prefigurar su destino sentimental. La muerte prematura de su madre parece dejarle fijado el tipo de belleza femenina que Poe buscará toda su vida en las mujeres, no sólo en las de carne y hueso, sino también entre sus creaciones literarias. Pareciera que la debilidad física, una especie de halo premonitorio de la muerte, hubiera sido el elemento característico de las que despertaron el amor del poeta. Otro elemento maternal buscó Poe en las mujeres: la actitud protectora. Lastimado por los continuos choques que su personalidad recibía de su medio circundante, buscó continuamente el sustituto a la protección de que había carecido en su infancia. Son así las mujeres que desfilan por su vida: humildes o encumbradas, jóvenes o maduras, cultas o vulgares; en todas buscó Poe un refugio y una compañía, una amistad amorosa más que un puro amor.
Después de su muerte, el nombre de Poe fué escarnecido, sobre todo por sus relaciones sentimentales. Este libro es una exacta -y nueva- visión de su vida. De él sale un Poe históricamente preciso y humanamente más grande a través de su continua purificación por el dolor.